Descubren extraño dinosaurio que habitó Chile hace 148 millones de años
El Chilesaurus diegosuarezi es uno de los ejemplares más completos y conocidos anatómicamente de todos los dinosaurios de Sudamérica para el período Jurásico.
La especie es única en el mundo y vivió junto titanosaurios, cocodrilos y otros terópodos hace 148 millones de años en la Patagonia.
La primera vez que Fernando Novas, paleontólogo del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, observó los fósiles enviados por el geólogo chileno Manuel Suárez -hoy director de Geología de la U. Andrés Bello-, pensó que se trataba de varias especies de dinosaurios que habían muerto en el mismo lugar: la Formación Toqui, al sur del lago General Carrera, en la Región de Aysén. La mano, cabeza y dientes eran similares a las de los sauropodomorfos (dinosaurios de cuello largo), la pelvis se parecía a la de los ornitisquios (con cuernos), pero el cuello, la espalda y las patas traseras, a las de los terópodos (carnívoros bípedos, como el tiranosaurio). Pudo haber sido un ecosistema que reunió a los distintos grupos hace 148 millones de años.
Por eso, tras una visita al terreno y la recolección de un esqueleto casi completo en 2010, lo sorprendió comprobar que, en realidad, todos los huesos pertenecieron a una misma especie: un raro dinosaurio de cerca de un 1,60 m. de alto.
Por eso, tras una visita al terreno y la recolección de un esqueleto casi completo en 2010, lo sorprendió comprobar que, en realidad, todos los huesos pertenecieron a una misma especie: un raro dinosaurio de cerca de un 1,60 m. de alto.
Raro espécimen
El Chilesaurus diegosuarezi desconcertó a los paleontólogos, pues mezcla rasgos de los tres principales grupos en que se dividen los dinosaurios: ornitisquios y sauropodomorfos, ambos herbívoros, y terópodos, que eran mayoritariamente carnívoros.
Novas explica que al analizar sus caracteres y realizar un análisis filogenético (que busca sus relaciones de parentesco), determinaron que pertenece al linaje de los terópodos, pero en algún punto de la evolución perdió la condición de carnívoro y, a su vez, la de ser un ágil corredor. “En general, cuando uno piensa en los terópodos piensa en un velociraptor, un tiranosaurio, que más bien tienen patas esbeltas que permitían correr velozmente detrás de una presa, en cambio el Chilesaurus poseía patas robustas, tenía un pie relativamente ancho, provisto de cuatro dedos que posaban en el suelo, en lugar de los tres de los terópodos de hábitos depredadores”, indica.
El paso de carnívoros a herbívoros habría tardado millones de años en los que fue adquiriendo los rasgos para comer material vegetal.
Es el primer terópodo herbívoro documentado en el Hemisferio Sur. Otros encontrados en Asia o América del Norte no están emparentados con él y, de hecho, vivieron mucho después (Cretácico, 145 a 65 millones de años atrás).
Por qué vivió sólo ahí todavía es un enigma, porque entonces no había cordillera, lo que habría explicado su endemismo. Sería esperable tener una fauna común con Argentina. “Sin embargo, nos encontramos con un Chilesaurus que, a pesar de tener un aspecto extraño, era el más abundante ahí y uno se pregunta qué pasaba: ¿era un centro de nidificación? ¿por qué sólo ahí? ¿cuáles eran las condiciones ambientales/ecológicas que permitían que fueran tan abundantes en ese sitio?”, se pregunta Novas. Algo que podría tener respuestas en una próxima investigación.
El Chilesaurus diegosuarezi desconcertó a los paleontólogos, pues mezcla rasgos de los tres principales grupos en que se dividen los dinosaurios: ornitisquios y sauropodomorfos, ambos herbívoros, y terópodos, que eran mayoritariamente carnívoros.
Novas explica que al analizar sus caracteres y realizar un análisis filogenético (que busca sus relaciones de parentesco), determinaron que pertenece al linaje de los terópodos, pero en algún punto de la evolución perdió la condición de carnívoro y, a su vez, la de ser un ágil corredor. “En general, cuando uno piensa en los terópodos piensa en un velociraptor, un tiranosaurio, que más bien tienen patas esbeltas que permitían correr velozmente detrás de una presa, en cambio el Chilesaurus poseía patas robustas, tenía un pie relativamente ancho, provisto de cuatro dedos que posaban en el suelo, en lugar de los tres de los terópodos de hábitos depredadores”, indica.
El paso de carnívoros a herbívoros habría tardado millones de años en los que fue adquiriendo los rasgos para comer material vegetal.
Es el primer terópodo herbívoro documentado en el Hemisferio Sur. Otros encontrados en Asia o América del Norte no están emparentados con él y, de hecho, vivieron mucho después (Cretácico, 145 a 65 millones de años atrás).
Por qué vivió sólo ahí todavía es un enigma, porque entonces no había cordillera, lo que habría explicado su endemismo. Sería esperable tener una fauna común con Argentina. “Sin embargo, nos encontramos con un Chilesaurus que, a pesar de tener un aspecto extraño, era el más abundante ahí y uno se pregunta qué pasaba: ¿era un centro de nidificación? ¿por qué sólo ahí? ¿cuáles eran las condiciones ambientales/ecológicas que permitían que fueran tan abundantes en ese sitio?”, se pregunta Novas. Algo que podría tener respuestas en una próxima investigación.
Nuevos estudios
Manuel Suárez, el geólogo cuyo hijo encontró el primer fósil de Chilesaurus en 2004, realizaba un recorrido para un estudio del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin). En uno de los cerros cercanos a la localidad de Mallín Grande, observó una alternancia de rocas volcánicas y sedimentarias interesantes para su proyecto. Allí, además de Chilesaurus encontraron restos de titanosaurio (grandes dinosaurios de cuello largo), pequeños cocodrilos y un pariente del tiranosaurio.
Aún es necesario realizar más estudios sobre el ambiente en el que vivieron los dinosaurios de la Patagonia, pero Suárez indica que el lugar entonces estaba rodeado de volcanes y ríos que llegaban al mar. “No era planicie, falta más estudio, pero lo que vemos es un cono aluvial -cercano a volcanes activos- que en algún instante llegaba al mar. Hemos determinado que hay un mineral, la glauconita, que se genera en ambiente marino, además de troncos y árboles que indican un ambiente húmedo y temperado”, asegura.
Cómo murieron es un misterio, porque si bien hay esqueletos muy completos de Chilesaurus, que era de las especies pequeñas (desde el tamaño de un pavo al de un avestruz), hay otros fósiles grandes muy destruidos. “Como si hubiesen pasado por una corriente de agua. Llama la atención lo bien conservados que están por la energía del transporte de estos depósitos. Debe haber sido un proceso muy rápido”, dice Suárez.
Investigación conjunta
“No existen fronteras”, asegura Suárez, al momento de hablar de la colaboración entre investigadores chilenos y argentinos. “Tenemos muy buenas relaciones con ellos, nos conocemos, trabajamos proyectos en conjunto sobre todo en Patagonia”, indica el geólogo. “Este tipo de investigaciones de prestigio internacional, eleva el prestigio de los sudamericanos en tareas de exploración e interpretación de la evolución de la vida”, agrega Novas.
Manuel Suárez, el geólogo cuyo hijo encontró el primer fósil de Chilesaurus en 2004, realizaba un recorrido para un estudio del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin). En uno de los cerros cercanos a la localidad de Mallín Grande, observó una alternancia de rocas volcánicas y sedimentarias interesantes para su proyecto. Allí, además de Chilesaurus encontraron restos de titanosaurio (grandes dinosaurios de cuello largo), pequeños cocodrilos y un pariente del tiranosaurio.
Aún es necesario realizar más estudios sobre el ambiente en el que vivieron los dinosaurios de la Patagonia, pero Suárez indica que el lugar entonces estaba rodeado de volcanes y ríos que llegaban al mar. “No era planicie, falta más estudio, pero lo que vemos es un cono aluvial -cercano a volcanes activos- que en algún instante llegaba al mar. Hemos determinado que hay un mineral, la glauconita, que se genera en ambiente marino, además de troncos y árboles que indican un ambiente húmedo y temperado”, asegura.
Cómo murieron es un misterio, porque si bien hay esqueletos muy completos de Chilesaurus, que era de las especies pequeñas (desde el tamaño de un pavo al de un avestruz), hay otros fósiles grandes muy destruidos. “Como si hubiesen pasado por una corriente de agua. Llama la atención lo bien conservados que están por la energía del transporte de estos depósitos. Debe haber sido un proceso muy rápido”, dice Suárez.
Investigación conjunta
“No existen fronteras”, asegura Suárez, al momento de hablar de la colaboración entre investigadores chilenos y argentinos. “Tenemos muy buenas relaciones con ellos, nos conocemos, trabajamos proyectos en conjunto sobre todo en Patagonia”, indica el geólogo. “Este tipo de investigaciones de prestigio internacional, eleva el prestigio de los sudamericanos en tareas de exploración e interpretación de la evolución de la vida”, agrega Novas.
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