El sacerdote que acompañó hasta el patíbulo a Rodrigo Muxfeldt Gularte, diagnosticado con esquizofrenia y bipolaridad, dijo que el prisionero sólo se percató de la realidad cuando le pusieron las cadenas para fusilarlo; "Escuchaba voces que le decían que no iba a morir", expresó
SIDNEY (Australia).- El brasileño Rodrigo Muxfeldt Gularte, ejecutado en la madrugada del miércoles en Indonesia por narcotráfico, no fue consciente hasta el final, según relató un testigo a la cadena australiana ABC.
El sacerdote Charlie Burrows afirmó que Gularte, diagnosticado con esquizofrenia y bipolaridad, no fue capaz de entender su situación hasta que los policías empezaron a ponerle las cadenas antes de llevarlo ante el pelotón de fusilamiento.
"Pensé que había entendido que iba a ser ejecutado, pero cuando empezaron a ponerle las cadenas, me dijo, 'oh, padre, ¿voy a ser ejecutado?", afirmó Burrows, encargado de acompañar al brasileño hasta el patíbulo.
El religioso, de 72 años, señaló que pensaba que Gularte estaba listo e incluso le habló de que se encontrarían en el Cielo, a pesar de que en los últimos días el brasileño había escuchado voces imaginarias que le decían que no iba a ser ajusticiado.
"El creía en las voces más que en nadie más", sentenció el sacerdote.
Gularte, de 42 años, fue detenido en 2004 con seis kilogramos de cocaína dentro de varias tablas de surf y sentenciado a la cadena capital al año siguiente.
Pensé que había entendido que iba a ser ejecutado, pero cuando empezaron a ponerle las cadenas, me dijo, 'oh, padre, ¿voy a ser ejecutado?
Tras diez años en el corredor de la muerte, el brasileño fue ejecutado pasada la madrugada del martes en la prisión de la isla de Nusakambangan, en Java Central, junto a dos australianos, tres nigerianos, un ghanés y un indonesio, todos condenados por tráfico de drogas.
La familia y el Gobierno brasileño habían intentado sin éxito parar la ejecución, ya que la legislación indonesia prohíbe que se aplique la pena de muerte a enfermos mentales.
Brasil mostró su "profunda consternación" por la ejecución de Gularte que consideró como un "hecho grave" en la relación bilateral, deteriorada desde la ejecución en enero de otro brasileño, Marco Archer Cardoso Moreira, también por narcotráfico.
Brasil retiró entonces a su embajador en Yakarta y un mes más tarde la presidente brasileña, Dilma Rousseff, se negó a recibir al nuevo embajador indonesio cuando iba a presentar sus cartas credenciales, lo que llevó al país asiático a retirar también a su embajador.
Burrows explicó que los convictos australianos ejecutados, Andrew Chan y Myuran Sukumaran, se enfrentaron al pelotón de fusilamiento con dignidad para evitar causar más dolor a los familiares y amigos reunidos en las cercanías del penal.
"El objetivo era ser fuertes en la ejecución para causar el menor sufrimiento a los padres. Si hubieran escuchado los gritos de sus hijos, hubiera sido mucho más difícil", señaló el sacerdote.
Amigos y familiares de los australianos indicaron que el hecho de que la filipina Mary Jane Veloso fuera excluida de la ejecución en el último momento demuestra que el presidente indonesio, Joko Widodo, tenía autoridad para frenar los fusilamientos.
Veloso, condenada por llevar 2,6 kilogramos de heroína, fue salvada "in extremis" después de una petición de clemencia del presidente filipino, Benigno Aquino, y de que fuera llamada como testigo en Manila contra la mujer que la reclutó para transportar la droga.
Indonesia ha manifestado que la pena capital de la filipina está suspendida sólo temporalmente y que el resto de las ejecuciones se llevaron a cabo en el marco de la lucha contra el narcotráfico.
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